viernes, setiembre 07, 2007

Misterio Imposible de Resolver #8

Hoy he visto un perro muerto. No podría describir cuales fueron las sensaciones que me invadieron en ese momento, pero sé lo que vi: estaba muerto. Lo sé porque tenía los ojos desorbitados, estaba totalmente rígido y un ejército de moscas volaba sobre el desdichado animal. Muerto, es un hecho, pero ¿Por qué? ¿Que razón, circunstancia o ente fue el causante de este fatal (si realmente fue fatal) acontecimiento? Me puse a observarlo detenidamente por cinco minutos, nada. Saqué un lapicero de la mochila que llevaba (donde se encontraban mis libros de la Universidad) y comencé a moverlo lentamente. Nada, no había heridas. Me acerqué a su boca para ver si había signos de babosidad, talvez había muerto a causa de un envenenamiento, pero tampoco había rastro alguno. Por un instante pensé que murió producto de la edad, pero, mirándolo bien, se podría decir (¿se puede decir?) que estaba en plena juventud. Era de color negro, piernas medianas, pelo liso, corto y de orejas pronunciadas. Raza: Chusco. Me detuve un momento a pensar qué debería hacer. No podía llevarlo a mi casa para hacerle un examen más exhaustivo (mi mamá pensaría que terminé por volverme loco), no podía dejarlo ahí (quizás cuando volviera algún loco de verdad se lo hubiese llevado), así que decidí llevarlo a casa de Fabiola, que siempre paraba vacía. Otro problema: ¿como llevármelo? Pensé, por un instante, que sería imposible subirlo pero, haciendo uso de mi primitivo olfato, constaté que su hedor no era realmente fuerte por lo que podría pasar desapercibido si, cuando me preguntaran, yo ponía como excusa que mi comida se había malogrado. Como esperaba no fue problema llegar a la casa de Fabiola (que vivía en Miraflores cerca del parque Kennedy), subí hasta el tercer piso donde vivía y toqué la puerta.

- Enana, te tengo una sorpresa - le dije mientras miraba que sus ojos verdes estaban medio cerrados, su cabello desordenado y bostezaba.
- Te he dicho que no me llames así, Javier - respondió
- Yo te llamo como quiera, enana - dije - ¿Quieres ver o no lo que traigo?

Abrió totalmente la puerta y dejo el espacio suficiente para que pasara con el perro (le había puesta una bolsa encima negra que compré antes de llevármelo). Así, toda bruja, se veía bien mona.

- De bruja te ves linda - dije
- No seas payaso -
- Que más quieres... -

Avancé hasta su cuarto (de paredes verdes opacas y con un techo estrellado) y deje el perro en su cama.

- Huele raro - dijo
- Como tu -
- ¿Siempre tienes que ser así de imbecil? -
- Así nací -

Se quedó callada, caminó hasta su cama y sin cuidado sacó la bolsa que tapaba al animal.

- Que te parece - pregunté
- Curioso, como siempre -

Esbocé una sonrisa y dije para mis adentros: sí que es linda. Sus ojos eran lo mas bonito (y más cuando se notaba su curiosidad) pues hacía imaginar que había un mundo dentro de ellos.

- Comencemos - dije
- ¿A que? - preguntó
- A resolver el misterio -

Le conté dónde, cómo lo había encontrado y porqué me había visto en la necesidad de traerlo hasta acá. No se inmutó, mas bien me dio una sonrisa y pude entender, que al igual que yo, estaba emocionada. Ah, por eso me gustas (pensé) y rápidamente me dirigí a su cocina para buscar algo que comer pues no se puede trabajar bien sin tener el estómago contento.

- ¿Tu quieres algo? - pregunté

Haciéndome una seña con la cabeza respondió que no. En la cocina lo único que encontré fue algunas sobras del KFC que habían pedido ayer y agarre unas cuantas alitas crocantes. Regresé hasta el cuarto y me encontré a Fabiola tratando de ver el interior del perro mientras le abría el hocico con sus dos manos. Sonreí, se me adelantó, pensé, y me senté a su lado a observarla.

- Nada - dijo.
- A la misma conclusión llegué yo - respondí
- ¿Se puede morir de, nada? - preguntó
- No lo creo – dijo sin dejarme tiempo de decir algo - y si es posible solo ese perro lo sabe.

Dijo que existían casos de muerte de amor, que es como decir "nada". Yo me opuse a tal afirmación pues, a pesar de no ser un sacerdote o un fiel creyente del amor, el amor no era un “nada” y además existían muchos casos de muerte por amor, lo cual lo distanciaba de los que eran producidos por un “nada”.

- Dime un caso – dijo retándome
- Romeo y Julieta - respondí
- Eso es una novela, no vale - dijo - además lo que los mató fue un cuchillo no el amor -
- Pero todo eso lo causo el amor que se tenían -
- Los perros no aman -
- ¿Compruébalo? - le dije retándola
- Cállate - respondió

Decidimos buscar en los libros todo sobre los perros. Yo primero busqué en todos los libros de Darwin sin dar con nada que sea de ayuda y después pase a cualquier libro que hablara sobre animales. Fabiola revisaba en Internet toda página que hablara de perros pero, al igual que los libros, no encontramos nada que sea de ayuda.

- Un misterio imposible de resolver - dije
- No hay nada imposible - respondió
- Es verdad - dije -, habría que llamar a Sherlock Homes.
- Sherlock era un imbécil - dijo
- Es verdad, también -

Ah, Fabiola, siempre tan inteligente y mona, y con tan solo 18 años (como yo).

- Te has olvidado decirme algo muy importante - dijo
- ¿Que cosa? -
- ¿Que comiste en la cocina? -
- Ah, las alitas del KFC que encontré -
- Son ricas, aunque creo que les falta sal, más los martes y domingos - dijo
- ¿Solo esos días? - dije - Creo que también los miércoles.
- Si - respondió - los miércoles también son un buen día.
- ¿Para qué? -
- Para todo.

Cansados de buscar sin encontrar nada y confesando (yo de nuevo) que teníamos hambre, tapamos de nuevo al perro con la bolsa negra. Nos dirigimos a la cocina, ella iba delante de mí y vi que el short corto que llevaba dejaba ver sus blancas y anchas piernas, junto con sus glúteos esculturales.

- Solo quedan tres alitas - dijo
- Dos para mí y una para ti - respondí
- Que sea al revés -
- No, - dije - quiero comer dos.

Me miró, sonrió y me sirvió en un plato las dos alitas.

- Enana me gusta tu trasero - dije
- Lo sé, no hay día que no lo repitas -
- Lo sé -
- Lo sabemos -

Caminamos de regreso al cuarto y, como siempre ella comenzó a cambiarse frente a mí, sin ningún pudor, y era algo que, por supuesto, yo no reprochaba.

- ¿Como clasificamos el caso del perro? - preguntó
- Misterio Imposible de Resolver -
- Imposible de Resolver -
- Sherlock es un cojudo - dijimos, mientras me percataba que ya no llevaba puesto el sostén.

1 comentario:

Manongo Blue dijo...

xDDDDDDDDDDDDDD
io kiero una asi q se cambie delante mio xDDDDDDD