Se ha detenido el tiempo en esta tierra fantasma. Aquellos ojos que nos mostraron alguna vez la esperanza encerrada dentro de ellos o la mano tersa llena de convicción. Todo se ha detenido. Solo se puede sentir el polvo impregnado en nuestras narices, acosando nuestra piel. Tierra de nadie, pensamos. Los dioses se acabaron junto con los días soleados y en nuestra garganta lo único fresco es la ardiente desesperación. Sí, abunda el recuerdo pero es como una imagen que aunque avanza despacio jamás logras alcanzar. Prisioneros, atrapados y condenados, con el corazón amordazado y con los pies y manos clavados en una cruz deforme.
Entonces, con su revolver entre sus manos, Juan Granados escupe al piso. No tiembla, en sus pupilas no se advierta ni el más mínimo espacio de duda. Su imagen proyecta un odio desmesurado, capaz de acabarlo todo en un abrir y cerrar de ojos. Avanza con frenesí, su pistola reluce cual rayo de sol y se siente un pequeño temblor bajo los pies. Es la tierra que tiembla asustada, incrédula, se prepara para presenciar un acto fúnebre. Se oyen rumores, se escucha un chillido. Se forma un círculo perfecto.
Prisioneros del instante final, el que todo se lo lleva. Quién pensaría, quién lo diría. La hora definitiva es más rápida que la luz y nos dejan sin tiempo de prepararnos, nos atrapa sin haber probado una buena mujer por última vez o tan siquiera haberse comido un último pastel. Pero hay algo peor (siempre, siempre). Es un etcétera redundante infinito, como las lágrimas que llenan los ríos metafísicos, y vive y sobrevive gloriosamente en esta tierra fantasma donde el tiempo se detiene.
La sangre al medio día hirviéndose bajo un sol despiadado. Gritos de horror, llanto de mujer que se sabe enviudada. Risas, lamento, una que otra cosa ininteligible. Como una torre de babel horizontal y cruel. Caen cuerpos como hojas en otoño, algunos gritan profecías sobre el diluvio universal prometido. Se oye decir: “........tierra fantasma". Juan Granados sonríe maliciosamente. Maliciosamente, Juan Granados sonríe. El polvo se ha entrelazado con el aire. Las montañas han caído.
La última y mejor sorpresa, la muerte. Incalculable, insondable, nunca bienvenida, siempre despreciada. Dentro de las cosas imposibles, la única cierta es que contra ella no hay salida posible. Pero hay algo peor (siempre, siempre). No hace falta decirlo. Nosotros los que vivimos en esta tierra fantasma, donde el tiempo se ha detenido.
Ya casi es medianoche Juan Granados (se oye). Ya casi es medianoche, se dice Juan Granados. Solo se escucha un silencio profundo, que atrapa en su profundidad todo, como un agujero negro que todo lo consume y nunca se sacia. Mientras cae el sol se oye un último cuerpo desplomarse. Sí, ese que caes eres tú, Juan Granados (oye decir), tu maldito asesino hijo de la puta más barata de este pueblo. Sí, lo oye bien claro pero sabe bien que lo único en pie ahora es ese sol moribundo, que poco a poco se oculta como un cobarde y lo despide.
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hola x)
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