lunes, junio 23, 2008

Hoy sentí que mi corazón se hacía pedazos, que rompían a punta de taladro cada rinconsito de él. Y es que yo quise que te convirtieras en el sol de este cielo moribundo. No pudiste ver a traves de las palabras que soltaba como monedas al aire en busca del azar. Sí, buscaba tus alas, la magia que habitaba en tus ojos, ese hechizo infinito que eran tus labios. Pero tu siempre huías, hacia eso brazos otoñales, a esas caricias tan llenas de invierno. Ahora mi cuerpo parecer ser un mapa de tesoros escondidos, donde se esconde tu fotografía y el sonido de tu voz. ¿Algún día te darás cuenta que yo no era como los demás y que hice de tu nombre un poema sin comienzo ni fin? Cuando hasta mi sombra desaparesca y ya no te abrigue ni una canción, ni siquiera esa donde se ve un grupo de rock sobre un barco en medio del mar (sé el nombre, pero es mejor no decirlo), recién entenderás estas lágrimas invisibles que surcan mis mejillas. No sé si esto será una despedida o talvez solo un breve adiós. Como ya dije, eres Roma, así que no habrá camino que no me lleve hacia ti. El invierno aún es intenso y siento congelarse mi respiración. ¿Así se siente morir? Ojala que esta solo sea algo pasajero y pueda renacer de nuevo en algún lugar. Espero, solo espero, que eso sea pronto.

1 comentario:

Nadies dijo...

Quizás la muerte es como la vida... pero más tranquila.