Zárate (que es donde vivo) parece haber sido escenario de una guerra o de la invasión de topos alienígenas. Las pistas estan totalmente destruidas y la tierra que ha nacido se encuentra desparramada por todo lados y ahora, con las lluvias, se va formando barro y lodo, los cuales veo y me recuerdan una vieja canción. Supongo que ya no se puede andar tranqulo en bicicleta (supongo porque no monto y porque con tantos huecos por ahí mucha gente debe tener miedo de caer y no poder volver a salir). Incluso hasta parece que esto fuera el comienzo del fin del mundo. Pero sé que no será así y que al cabo de un tiempo las pistas volveran a tomar el rostro de siempre y yo volveré a escuchar, como siempre, ruido de carros a cada instante, sin piedad. Por eso creo que se entiende queme gusta como estan las cosas ahora, aunque paresca que el mundo se derrumba sobre nuestras cabezas. Pero a pesar de que no hay pistas por acá no me libro de los carros, su música atroz y el ruido infernal del motor, las horas de punta totalmente atestadas de personas como ovejas o montones de carne podrida. Sí, odio viajar en carro. En realidad odio casi todo lo que signifique ruido sin sentido. Por eso siempre sueño con huir hacia el mar, hacia ese lugar inaccesible para los que no desean escapar de todo. Y aunque huir, como siempre dicen los viejos, es ser mediocre, cobarde o lo que sea, es lo más fácil, vaya que si y no me importa lo que digan los demás porque ¿para que quiero complicarme la vida? Así que ahorita Zárate es como una metáfora de cómo se encuentra mi corazón, talvez algún día vuelva a tomar su rostro normal y talvez hasta le brote una sonrisa. Pero en estos momentos mi interior esta lleno de baches y agujeros sin fondo, pero tranquilo, eso sí, bastante tranquilo (o por lo menos lo suficiente).