martes, agosto 30, 2011

descubrirte,
poco a poco,
con la casa apagada y el infierno cerca;
irte cortando de a trocitos,
para luego guardarte en la refrigeradora
y esperar que me dures para siempre;
volverme necrófilo para cuando te hayas muerto,
profanar tu tumba cada noche bajo la mirada cómplice
del enterrador tuerto y onanista;
escoger el árbol más hermoso de esta ciudad,
acercar el oído,
escuchar palpitar su corazón anciano,
intercambiarlo por el mío;
echar raíces,
a lado tuyo,
convertirme en el guardián imperecedero que te mira,
que te oye,
que te habla,
cual cíclope enamorado;
despertar y darse cuenta
que todo esto te importa nada.

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