jueves, mayo 10, 2007

Premoniciones Destructivas

El auto estaba totalmente desecho, una de las puertas dobladas y las ventanas hechas trizas. Mi corazón latía fuertemente contra mi pecho, la sangre que caía de mi frente se hacía cada vez mas espesa y mi visión era totalmente borrosa. Sentía que mis brazos pesaban toneladas y aunque trataba de abrir mis dedos estos no respondían. Aun tenía los ojos cerrados, un miedo profundo me impedía abrirlos, y por mi mente no dejaban de pasar imágenes de ella bañada en sangre. Haciendo un esfuerzo pronuncie su nombre despacio, Miel, y al no escuchar respuesta alguna la desesperación me invadió. Aunque tenía el cuerpo totalmente adolorido y, uno de los brazos rotos, logre escaparme de la prisión que formaban el asiento y la parte delantera del auto, que al producirse el choque, habían llegado a aplastar mi vientre. Al salir demore unos minutos en poder volver a usar mis piernas, el frío que me invadía hería mis huesos y adormecía mis músculos. Creo recordar que mientras me encontraba inconsciente volvía una y otra vez a la charla que sosteníamos antes de que sucediera el accidente. Ella estaba más hermosa que nunca y yo no paraba de decirlo, sus mejillas se sonrojaban y su piel blanca me hacía recordar la nieve. Sus cabellos negros emanaban un olor exquisito y exótico, que hacían que desviara mi atención de la autopista, y en cada broma que le hacía reía, aunque ya las había escuchado un millón de veces, ella reía como si fuera la primera vez. Entonces de un momento a otro su rostro feliz y luminoso cambió, sus ojos se tornaron más negros de lo que eran y su sonrisa se apagó. Lentamente acerco sus manos a las mías, que estaban en el volante, me miro y me dijo: “Ayer soñé con tu muerte, el auto estaba destrozado y tu rostro totalmente ensangrentado, callo unos segundos; soñé también que me reía de ti, y que después te dije adiós, con desprecio”. Quise reírme, pero al ver su rostro lúgubre y triste, no pude hacerlo. Sentí temor, eran pocas las veces que le había visto su rostro así y, siempre que ella lo hacía, algo grave sucedía. Por ejemplo cuando salimos de vacaciones al Cuzco puso aquel rostro trágico en medio de una hermosa velada que yo había planeado en celebración de nuestro sexto aniversario de casados y me dijo: “La noche esta más oscura que siempre, amor, la luna parece triste, y la melodía del viento es como un canto de despedida; soñé con tu padre muerto en su cama por un paro cardiaco”. Al día siguiente de sus palabras murió mi padre, a quien amaba más que a nadie, y tuvimos que regresar urgente a Lima, donde teníamos casa grande y hermosa, que nos había regalado mi padre como regalo de bodas. A veces pensaba que ella tenía un poeta guardado, pues muchas de sus expresiones eran extrañas. Lo que más me desconcertaba era que su rostro cambiaba de improviso, sin aviso, sin dejarme adivinar nada. También paso lo mismo una noche hace medio año. Yo recién llegaba del trabajo, era gerente de un banco, y ella me recibió con un beso calido y algunas caricias conyugales. Cansado deje todas mis cosas encima del sillón y me senté en la mesa a esperar el plato caliente de sopa tan delicioso que ella preparaba. Me sirvió la sopa, con esa sonrisa tan dulce, me dio un beso en la frente y volvió a la cocina para traerme el segundo. Pero cuando la vi volver, ya no tenía aquella sonrisa y su piel se había puesto pálida. Puso el plato sobre la mesa sin decir nada y sin mirarme, se sentó al lado mío y, sin mirarme de nuevo, me dijo: “El guiso no tiene sabor y la comida esta fría, así como el aire y algo más que nos rodea. Un frío helado, un frío lejano, de otro mundo. Tu hermano apareció en mis sueños, muerto por una bala desconocida”. A los dos días murió mi hermano, quien había sido mi mejor amigo toda mi vida, muerto por una bala que no se pudo determinar de donde había salido. No había vuelto a pensar en todo esto hasta aquel momento del accidente donde, perturbado por el dolor y la confusión, vinieron a mí estos pensamientos. Ahora era de noche y la única luz eran las llamas del carro. Hace una semana Miel me había compartido sus ganas de salir de viaje sin rumbo: “ir donde el destino nos lleve sin preocuparnos por nada ni por nadie, y si es posible no regresar jamás”. Así que, después de dejar la casa un poco ordenada y, asegurarnos de no dejar ni una luz prendida y ningún caño abierto, porque sino al volver nos encontraríamos con una cuenta descomunal, salimos a la aventura. Nos encontrábamos recorriendo la Panamericana, sintiéndonos cómodos de hacer lo que quisiéramos, pues a los alrededores no había signos de vida humana, lo cual nos dejaba un amplio espacio para usar nuestra imaginación y realizar cosas que en casa no se nos pasaba por la cabeza. Así fue como, a eso de las 5:30, paramos el carro pues vimos un árbol grande y frondoso. Nos acercamos corriendo y yo, sin pensarlo dos veces, comencé a besarla. Besaba su rostro y sus labios, con mis manos recorría su cintura, sus muslos, sus senos y, poco a poco, mis dedos comenzaron a desabrochar la blusa azul que traía. La desnude por completa, si ya era hermosa con ropa sin ella era una diosa, y, sin pudor, comencé a besar sus senos mientras mis dedos jugaban con su sexo. Sus gemidos eran suaves, con sus dedos se aferraba a mis cabellos y en pequeños susurros me decía: “Para, que me vas a matar” Así terminamos echados uno encima del otro, con un orgasmo unísono, y completamente agotados. Después nos vestimos rápidamente, sonriendo, haciéndonos cómplices de nuestra travesura. Subimos al carro y comenzamos a charlar, recordando que debíamos dejar atrás los deberes mundanos y que este tiempo era solo para disfrutar y hacer crecer nuestro amor. Creo que ya eran casi las nueve de la noche cuando, mientras conversábamos y reíamos, ella puso ese rostro fatal. Trate de esbozar una sonrisa, pero no pude. Un miedo creciente comenzó a recorrer mi piel y mis bellos se erizaron. Me dije a mi mismo que talvez esta vez no sucedería nada malo, pero, si llegaba a suceder lo peor, si quiera tendría un día para despedirme de ella. Me equivoque, pues media hora después otro carro nos choco violentamente. Justo me había detenido para, porsiacaso, decirle todo lo que sentía y no arrepentirme de nada si es que la muerte nos alcanzaba. Pero de repente, nunca supe de donde salió, otro carro se estrello contra nosotros. Lo último que recuerdo, de esos momentos, son los gritos de Miel. He estado buscándola por todos lados y no logro encontrarla. Lo máximo que he visto son pequeñas gotas de sangre y sus pisadas que se alejaban de nuestro carro. Las he seguido, pero cuarenta pasos más adelante desaparecían las huellas y la sangre, y, el único rastro que había, eran las huellas de las llantas de otro carro, que seguro era el que se estrello contra nosotros y se dio a la fuga. Desesperado me tire sobre la arena y llore con cólera. Ya no me dolían las heridas, ni los huesos, ahora solo me dolía no saber si le había sucedido algo a ella. Encontrándome abatido me di cuenta que ya no me quedaba, ni un ser querido. Mi madre había muerto cuando yo nací, mi padre muerto de un infarto, y mi hermano mayor muerto de una bala. Ahora se había ido ella y me habían dejado completamente solo. Mientras lloraba de amargura, de tristeza y odio hacia el destino, ciertos pensamientos comenzaron a invadir mi mente. En todas las premoniciones que Miel había hecho, todas habían sido exactas. Mi padre murió de un infarto, aunque ahora no estoy tan seguro, como ella lo dijo, mi hermano murió de una bala desconocida como ella lo soñó, pero yo no. ¿Yo estaba vivo y ella muerta? Ese no había sido su sueño. Comencé a pensar en la muerte de mi padre y recordé que el forense que lo había analizado era muy amigo de Miel. Recordé, también, que en la investigación de la muerte de mi hermano el oficial encargado del caso conocía muy bien a Miel. Y, mientras cada vez me sentía más confundido, comenzaron a venir a mí aquellas palabras que ella pronunciaba y parecían poemas. “La melodía del viento es como un canto de despedida…” “El guiso no tiene sabor y la comida esta fría, así como el aire y algo más que nos rodea…” “ir donde el destino nos lleve sin preocuparnos por nada ni por nadie, y si es posible no regresar jamás”. Y por ultimo: “Ayer soñé con tu muerte, el auto estaba destrozado y tu rostro totalmente ensangrentado, callo unos segundos; soñé también que me reía de ti y que después te dije adiós, con desprecio.” En ese momento entendí todo lo que había sucedido. Desde que la conocí en Trujillo las cosas habían ido de maravilla, tan perfectas, que era extraño. Ella nunca reclamaba nada, ni cuando yo llegaba al día siguiente, ni cuando mi ropa olía a algún perfume de mujer que no era el suyo, ni cuando prefería el trabajo antes que a ella, ni cuando un cancelábamos alguna cena que habíamos planeado por un partido de fútbol. Yo la amaba, pero mi padre me había criado con ese ejemplo, de un machista que cree que su mujer es hermosa, y solo esta para ser amada cuando él lo desea. Entendí porque su rostro cambiaba repentinamente y porque sus ojos se tornaban tristes. Entendí porque su sangre solo llegaba un poco más allá del lugar del accidente y porqué habían huellas de llanta ahí. Había intentado matarme, incluso arriesgando su vida, pero no solo eso. Ella se había encargado de destruirme completamente: había acabado con las personas que yo más quería, seguro el infarto de mi padre había sido producto de un veneno y quien mato a mi hermano había sido enviado por ella, y me había dado pistas para que yo me de cuenta que, todos estos años de matrimonio y aquellos gemidos que ella hacía en las noches en nuestra cama, todo era una farsa. Me levante lentamente y comencé a caminar hacia la autopista con la esperanza que algún carro pasara y me recogiera. A ella no le había interesado siquiera comprobar que estaba muerto; su venganza era mucho más dulce si no moría, pues viviría con esta verdad siempre. No sentía deseos de venganza sino tristeza. A pesar de todo la amaba y aún podía oler el perfume de su piel y escuchar sus gemidos de la tarde bajo la sombra del árbol, a pesar de saber, que eran fingidos.

1 comentario:

Manongo Blue dijo...

nose donde eh leido algo parecido.. =D
pero ta bien x)