aquella muchachita,
que no sabía vestirse,
que se pintaba el cabello a veces rojo,
a veces azul,
cuya nariz de pericote
acariciaba mis mejillas
como el viento que roza las velas de un botecito,
ella que invocaba la lluvia
sin haber sido jamás shaman,
talvez un poco bruja,
especialmente cuando amanecía y todo su cabello
era una ciudad diseñada por un arquitecto simplón e hijo de puta,
ella, muchachita,
salida del sombrero negro de un mago
que se desapareció a sí mismo y olvidó cómo volver a aparecerse
(quedando sólo aquel sombrero),
ella un día me habló del amor,
con sus ojos,
escribió cada letra en mi cuerpo desnudo,
bajo la sombra de un árbol que iba perdiendo sus hojas
como el calendario que va quedándose sin días,
con perfecta caligrafía la palabra: a m o r
la grabó a cincel y fuego limpio,
habrá pensado la maldita que mi cuerpo era una nube
o el firmamento mismo,
dolió como nada en esta vida,
dolió diez veces cada herida que recibí de pequeño
jugando a la pelota,
y al final lo que quedó fue esa jodida palabra,
amor a veces azul, a veces rojo,
y no hay mujer que al librarnos de las ropas
no huya asustada,
del amor que es un espantapájaros
que vive en mi pecho.
jueves, diciembre 16, 2010
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