miércoles, diciembre 29, 2010

Cinco últimos poemas de despedida

I

tú estás allá, ahora,
sumergida en un mar de sudores de los colores más oscuros
que jamás serían azul como el mío,
pregúntate, amor mío,
qué es nadar, qué se siente,
ser de pronto un pececito al medio del río Rimac,
ese río donde los desagües y los sueños desechados
hacen justa comunión;
una sábana sucia, seguramente,
besos que saben a herrumbre,
caricias de fantasma sin cabeza y corazón,
un pene flácido como la bandera olvidada y sucia
de un país borrado de los mapas,
yo no entiendo,
jamás lo haré,
la felicidad, el gozo,
entre esas aguas obscuras,
más valdría entregarse al pestilente vómito de Dios y excavar,
finalmente,
hacia arriba entre tanta mierda como un topo oscuro
y tocar la luz y las alas de un milagro que sonríe

II

yo tu fiel guardián,
el centinela cíclope que te vigila a lo lejos,
tú la dama esquiva,
el pajarito bobo de ala rota que migra de jaula en jaula,
de polvo a ceniza,
y luego de ceniza al polvo;
más nos valdría abandonar estos personajes
y convertirnos en nada más que dos seres que deambulan
por las oscuras calles de esta gris ciudad,
ser yo Helí Paredes,
tú siempre la dama innombrable,
porque si en algún momento pronunciara tu nombre
volveríamos al inicio:
yo el centinela que te mira como un árbol viejo y cansado,
tú como el otoño que deja escapar las hojas que se nos van de los dedos de las manos,
esas hojas que se escapan,
como se nos escapa el amor,
cada hora, cada día,
de cada año.

III

yo que siempre te hablé de la música sin saber demasiado,
o quizás eras que tú no entendías,
yo te hablaba de la música del silencio,
de las manos con los ojos ciegos,
música de dos puntos que buscan encontrarse,
la búsqueda del trazo,
de la línea recta (ese puente que une lo más imposible),
esa música,
la que no necesita lenguajes,
nada más que intuición:
un decir, animalito yo te quiero,
y sino fuese hombre, ni nube, ni huesos,
igual este amor,
este sueño de dos niños intercambiando cuadernos,
soplándonos las tareas de matemáticas,
este amor del uno más uno,
del uno al cuadrado,
esta música de los que jamás se buscan porque saben
que el encuentro es inevitable,
¿ya has entendido?
este amor y música del tiempo de las cavernas,
cuando un beso era un descubrimiento tan maravilloso como el fuego,
de esos tiempos yo te hablo,
de ese amor,
esa música,
esos tiempos, animalito.

IV

resulta dolorosa la incertidumbre,
como tener alas y estar en una cima
y no saber si volar o tan sólo caer,
me gustaría preguntarte:
“¿qué prefieres, animalito?,
la caída o la ascensión,
decide tú de una vez, ahora,
júzgame y sentencia,
decide el destino próximo de mis huesos,
el abrazo de las nubes o el polvo más agrio,
cualquier destino será fatal si en ninguno estás,
pero si es el polvo,
morder el polvo y además la soledad,
mejor sería un puñal atravesando mi pecho de una vez por todas.

V

hay un dolor dos veces, doblemente,
un dolor dos veces que raspa como dos uñas filosas,
el dolor de no ser más que un mero espectador
cuyos ojos son dos santos que lloran,
el dolor, una, otra vez, dos veces,
el amor también, la misma cantidad,
dolor y amor van de la mano,
y si te miro y duele dos veces
y es porque te quiero doblemente.

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