jueves, mayo 26, 2011

tu belleza me persigue, me acorrala, y no es para nada una belleza occidental o de pantalla de cine (mucho maquillaje, mucha sonrisita hipócrita). tu belleza es como un fantasma, como un demonio, aparece y me arrincona, me hace temer como un crío y mamá no está ya al alcance (mamá y su hermoso vientre cálido). con los ojos cerrados eres la belleza escondida detrás de un velo, como si te escondieras detrás de la noche; con los ojos abiertos, una mandíbula de cocodrilo, lista para adornar mi cuerpo con las huellas terribles de tus dientes. te observo, aunque tú no lo sepas, te sigo a toda hora, mis ojos se multiplican al infinito y cada árbol que te sigue lleva uno de los míos (mis ojos cíclopes y perdóname la obsesión con estas criaturas). la belleza no es correcta o incorrecta, y tú por eso no estás sujeta a estos juicios tontos, que muchos llaman morales, éticos. tu belleza tiene el instinto depredador de la muerte: o se lleva todo, o nos deja enteros. y es mentira que yo le tema a la muerte, mentira lo que me digo a mí mismo antes de cruzar la calle. mentira porque en sueños llegas con tus alas, con tu larga daga que se asemeja a una espada; llegas con esos ojos que anuncian una flama bíblica, inexpunable, tormentosa. y yo estoy desnudo, con la piel mojada, al aire libre, como si colgara de un córdel como una simple ropa húmeda (a pesar de que es invierno, corazón, espero tu belleza mortífera). tu belleza, que es mi reflejo, mi escudo, mi estandarte, la coraza del dragón que soñó un vagabundo ebrio y sucio. tu belleza que nunca se acaba, que se extiende como una noche sobre la noche, como la noche que debe acongojar al Dios cristiano, triste y solo, que nos enseñaron en los colegios. yo no sé si cuando te ves al espejo logras ver todo esto. sino lo ves, te presto mis ojos, los ojos míos, mortales, ahumados, te los obsequios; aunque después lo único posible sea creerse un pájaro, y entre las alas azules, las propias y las de la caída, abrazar el abismo, tirarse con desesperación y regocijo.

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