viernes, agosto 12, 2011

se incendia esta casa,
este corazón;
el amor se vuelve ceniza y ensucia nuestros pies descalzos,
nuestras manos desnudas;
mirémonos en el espejo,
juguemos a los indios,
dibujemos una marca de guerra en nuestras frentes
y una cascada sobre tus senos;
dejemos que el indio guerrero se arroje desde lo alto,
que se crea pájaro, gaviota o cóndor,
y caiga sobre tu amplio vientre;
dejémoslo nadar como un pez,
no nos preocupemos,
que el indio es chamán y puede tomar
todas las formas de la naturaleza;
puede volverse árbol si así se lo pedimos,
y extenderse toda la longitud que se extendería nuestro amor
en el tiempo;
puede volverse sol y brillar millones de años,
explotar de un momento a otro,
repetir aquel big bang que creó el universo;
puede volver a levantar esta casa,
vestir nuestros cuerpos,
despojarnos de esta ceniza que nos cubre por completo;
puede entregarme tu corazón,
tu corazón esquivo,
volvernos una isla,
un volcán a punto de hacer erupción
(tu carácter y el mío juntos, ya sabes);
el indio lo podría todo,
si nosotros lo dejásemos,
si tú lo invitaras a esta casa que has vuelto ceniza
sin siquiera abrir la puerta.

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