jueves, agosto 11, 2011

I

ahora olvídate de las palabras,
este juego no da para más,
encendamos los ojos y mirémosnos fijamente,
hasta que uno de los dos arda,
o lo que arda,
sea el mundo entero.

II

digamos que me quieres,
que extrañamente,
despertamos un día
y tu corazón es un río hablador
que sólo pronuncia mi nombre,
digamos que eso es el amor,
y que me llamas, y me buscas,
y que ríes y que lloras,
y que aúllas como una loba enamorada
cuando todo se vuelve penumbra
y arriba se muestra la luna;
digamos que sucede todo eso,
y que te preguntas:
¿dónde estás, condenado?,
digamos que yo también te busco,
que te llamo y que río,
que lloro y aúllo como un lobo enamorado;
digamos que nos buscamos,
como dos vientos contrarios
que buscan volverse un torbellino,
un huracán,
digamos que también eso es el amor,
volverse brutal y despiadado,
que el sólo roce de algún ser ajeno
signifique su inevitable destrucción,
digamos que nos volvemos fuego,
que ardemos juntos,
que incendiamos sin remordimientos
una flor o un bosque,
digamos que nos encontramos
y ya no nos recocemos,
que tú muestras las garras,
y yo mis afilados dientes,
digamos que te lanzas sobre mí,
y que yo sólo espero porque sé que para ganar
deberé apuñalar tu corazón sin misericordia,
digamos que estás terriblemente herida,
agonizando a mi lado,
y que mientras lamo tu piel salvaje voy extrayéndote el corazón,
digamos que me lo quedo, tu corazón mitológico,
rabioso, de dragón bicentenario,
y que cierta noche de luna llena me lo llevo a la boca y lo engullo ceremoniosamente;
digamos que eso es el amor,
en definitiva,
en resumen,
ni más ni menos,
el reflejo preciso;
digamos que, finalmente,
de tu corazón guardado en mi vientre nace una voz,
y que es tu voz que llama,
que encuentra, que ríe y llora,
esa voz que finalmente susurra y dice:
“somos la bestia azul de dos corazones”.

No hay comentarios.: