jueves, diciembre 08, 2011

Volver a leer el discurso de Orham Pamuk en la aceptación del Premio Nobel de Literatura 2006, me ha hecho comprender que yo también escribo porque estoy enojado con el mundo y con cada uno de los que lo habita, y que también lo hago porque tengo miedo a ser olvidado, muchísimo miedo. Pero, sobre todo es porque estoy enojado, bastante enojado, y hay muchos a quienes un buen día podría despertarlos, aparecer en las puertas de sus casas una mañana, tocar calmadamente (hora tempranísima, 6am, algo así), y al ver sus rostros legañosos, algo aturdidos, confundidos, como preguntándose qué demonios quiere este personaje que se dibuja en mi puerta aquí y a estas horas, decirles: te puedes ir a la mismísima mierda. Todos en el fondo merecemos que nos manden a la mierda en algún momento de nuestras vidas, unos más que otros, pero todos al fin y al cabo porque o lo hemos merecido, o lo merecemos, o lo mereceremos un día no tan lejano. Así que aquí va esto, para quienes lo merecen realmente, para quienes no e incluso para quienes se sientan aludidos sin que jamás sus nombres hayan cruzado por mi cabeza, poco importa. Esto es una especie de grito, de liberación, de catarsis. Esto es una especie de metralla disparada siniestramente que en el fondo no busca más que impactar un solo objetivo. Esto no es más que una cobarde manera de decirte a ti, la única persona que realmente importa en este mundo, que tienes que dejar de joderme la vida.

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