miércoles, enero 11, 2012

mi corazón a veces sueña con ser un árbol,
de esos que trepábamos cuando niños;
tú siempre quisiste tener uno de palta
y por eso mucho tiempo intenté,
por medios que bordeaban hasta lo risible
(aunque para los ojos de la inocencia
eran más bien heroicos, quijotescos),
convertir mis manos en ramas,
mi cuerpo en tronco,
mis pies en raíces que absorbieran las sales del suelo;
nunca lo he logrado,
como debes de imaginar,
y sin embargo, mírame acá,
ya casi anciano, con los ojos gastados,
cada vez que se acerca un niño a preguntarme,
con ese gesto que todos conocemos que ponen los niños
cuando ven algo que no entienden,
qué es lo que hago parado en medio de un parque
con los brazos extendidos,
como un viejo y sucio espantapájaros,
y unos pocos cabellos que aún se atreven a renegar con el viento,
yo les digo: “solamente aquí, como siempre, como cada día, hasta que se acabe la vida,
intentando volverme un árbol,
uno de palta”.

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