jueves, diciembre 20, 2012

Uno se da cuenta de que es pobre,
muy pobre,
cuando solo tiene cinco soles para un chaufa
y al llegar el plato a la mesa,
y comenzar a dar los primeros bocados,
uno siente como un susurro,
como una revelación tristísima,
la imperiosa necesidad de partir cada pedacito de pollo o de carne
en dos trozos casi iguales
(y nótese la relevancia del "casi")
y uno tiene que hacerlo porque si no,
si uno se descuida,
de pronto el plato se vuelve arroz con sillao puro
y la pobreza sabe más,
mucho más amarga,
cuando lo único que acompaña el arroz,
además del sillao,
es la soledad y un cabal entendimiento
de que somos realmente pobres
viviendo en un país de ricos.

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