domingo, noviembre 29, 2009

en cierta manera, a mi padre



yo estoy enamorado de quien se hace cenizas,
enamorado del mundo despedazándose,
enamorado, se entiende, del polvo escurriéndose,
del zapato volando por el aire,
del llanto lúgubre del hijo que no nace,
ese grito, esa marcha,
en alguna plaza de la ciudad donde habitan los fantasmas de alguna década olvidada,
yo y mi padre, y mi abuelo,
andamos dunas infinitas sin cansancio,
tomando las gotas de la arena,
del mismo seno del granito,
con la marca del sol en la espalda,
ardiendo, agujereando,
levantamos los ojos del alma,
y yo dije no da más,
y sin embargo ellos son el brazo que no tuerce,
la columna que se erige sobre el mar salado del hombre,
ellos andan aunque mis ojos no los vean,
enamorados de aquella mujer de velo blanco sobre caballo,
¿y yo que hago, que hago con este canto internacional en mi cabeza?
algo se pierde, quizás las manos, las alas, las plumas,
los miles de ojos pequeños,
sus tripas susurrándome ,
perdóneme,
a pesar que ciertos días vestí de rojo ahora reclamo agudamente:
déjenme en paz,
olvidar, porque ¿sino qué?
nadie más le importa, nadie, nadie, el frió, la lluvia corroyendo los huesos infantes,
en cierta manera estoy enterrado también con esas ropitas raídas,
pequeño, silencioso, temeroso,
no pueden culpar aquellos días,
la cebolla mismo lo dice:
quita mis capas,
luego de eso, puro llanto.

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