miércoles, setiembre 29, 2010

cavernícola que raspa dos piedras buscando ser Dios,
choca y choca,
se ven chispas como animalitos que escapan de sus manos,
no sabe que aquello que saldrá es lo que conocemos como fuego,
no lo sabe porque aún no existe esa palabra nominativa,
cuando comiencen a arder las ramitas secas que tiene a lado,
¿qué pensará?,
se sentirá poderoso, inevitablemente,
tronara su pecho con sus puños en señal de gloria,
lanzará al cielo un aullido de ser primitivo que come carne cruda sin cubiertos,
¿y si sin querer aquellas ramitas que arden
chocan contra otras ramitas y así sucesivamente
hasta que un bosque entero comienza a encenderse?
el cavernícola mirará su obra y se sentirá asustado,
quizás piense algo como qué terrible es el poder cuando no tiene un control,
o talvez solo mire al cielo y se pregunte qué dios tan malvado está arriba que permite que aquello suceda, (o quizás simplemente la segunda idea sea continuación de la primera, como un calle que es surcada por una avenida),
lo cierto es que el pequeño hombrecito no podrá hacer nada más que sentarse sobre sus piernas y observar el suceso por largas horas hasta que en el horizonte ya no quede nada más que una noche de ceniza,
solo entonces,
al ver que todo ha terminado,
dará la vuelta para dirigirse a otro lado,
a buscar otras ramitas que encender,
pero esta vez cuidando que no haya un bosque cerca,
no vaya a ser que suceda otra vez lo mismo y que de un bosque comience a arder otro, hasta que el mundo entero esté ardiendo, y él ya no tenga dónde sentarse a culpar al que debe estar arriba mientras espera que todo acabe para volver a prender otro par de ramitas secas.

No hay comentarios.: