sábado, abril 16, 2011

sábado, 1am

el instinto me domina; la sangre, hierve. frente a mis ojos se libra una batalla encarnecida: dos hermosos caballeros con alas de ángel chocan espadas. yo no entiendo nada hasta que una bella muchacha se acerca a los combatientes y les hace bajar las armas. "quién sacrifique su vida por mí demostrará que me ama realmente", les dice. ambos seres colocan el filo de sus espadas en sus vientres y las hunden sin miramientos. la sangre brota a borbotones, un río precioso, rojo y brillante nace y su caudal crece más y más cada segundo. la muchacha se acerca hasta mí y me acaricia el rostro, su mano va coloréandome la piel del rojo más puro e intenso. "ahora estás listo", me dice y empieza a desnudarse. yo sigo sin entender nada, pero mis ojos ven al horizonte donde el viento se ha transformado en un espejo y refleja mi rostro. "¿lo ves?", pregunta ella ya casi sin prenda alguna encima. "lo veo", respondo y es cierto, veo mi reflejo: ahí, frente a mí, se dibuja una bestia mitológica, un hombre combinado con toro, un minotauro. "yo no soy ningún Asterión", grito, entonces, asustado. pero ya es tarde, su desnudez se me muestra tentadora, irresistible, como una manzana al primer hombre de la tierra. presa de mí mismo veo que mis pasos avanzan en dirección a ella. "se necesita sangre para llamar a la sangre", me susurra al oído cuando estoy a su lado. miro hacia donde yacen las dos criaturas y veo que ya no son hermosas, que ahora parecen dos simples pollos muertos. la decadencia del mundo es inevitable y yo me dejo arrastar por ella. la hermosa muchacha dirige su rostro hacia mi sexo erguido y antes de que lo engulla noto que su mandíbula es la de una serpiente. cierro los ojos y me entrego al gozo de mi propia destrucción. "amén", pienso, y finalmente siento como un dulce veneno va recorriendo mis venas.

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